Debería ser una clase más como cualquier otra, si no fuera por un arma apuntada al profesor. De repente el disparo y nada acontece. El arma era de juguete, apenas de pistón. El profesor es Marco Cézar Aragão, del Servicio Nacional de Aprendizaje Industrial (Senai) de Ceará. Todo sucedió durante un curso de calificación en instalaciones eléctricas para jóvenes internos de la Fundación del Bien Estar del Menor (Febemce), en Fortaleza.
“De lejos no conseguí identificar que era un arma de juguete y me congelé. Pero inmediatamente él dijo que era una broma. Temblaba tanto que no conseguí distribuir el material de las actividades de la clase”, cuenta Marco, hoy riéndose. En las clases con internos de Febemce, percibió que necesitaba ir más allá del papel de profesor, tenía que ser padre también. “Estaban en el límite entre ir para la sociedad, tener una profesión o ir al mundo de la marginalidad. Sentíamos eso en los muchachos”, afirma.
EXPERIENCIA MARCANTE
Fue apenas una de las historias vividas en 23 años actuando como profesor de Senai. En ese período, pasó por salas de clases convencionales de la institución, pero también por un local que marcó su carrera: en 2004, Marco comenzó a dar clases para los detenidos de la unidad penitenciaria de la ciudad de Itaitinga, en la región metropolitana de Fortaleza.
“Imaginaba que los presos saldrían para tener clases en una sala adecuada. Pero fue lo contrario, fui yo que entré al presidio y me quedé con ellos. Yo tampoco quería saber lo que había hecho cada uno, para no quedar con recelos”, cuenta. Y fue por poco que Marco se escapó de una rebelión.
Él cuenta que el hecho ocurrió en el último día del curso de instalaciones eléctricas dentro del presidio. Cuando llegó a dar la clase, le impidieron la entrada porque el guardia que lo acompañaría no había ido a trabajar. Al volver a casa, supo lo de la rebelión. “Era una situación muy complicada, porque yo entraba diariamente con herramientas como destornilladores y sierras. El director de la unidad me decía que si la sierra se quebrara en mil pedazos, yo tendría que salir con los mil pedazos de dentro, no podría dejar ningún material en el presidio”, recuerda.
La profesión surgió por casualidad, pero de a poco se convirtió en un caso de amor. Marcos afirma que la satisfacción está en difundir conocimiento.
Texto: Agencia CNI
CONFERENCIA INTERNACIONAL
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